sábado, 22 de marzo de 2014

¡ PERO TÚ ERES MUY SIMPÁTICA !




Hace bastantes años, en un pub de moda, un conocido me pidió que le presentase a una de mis amigas porque tenía mucho interés en conocerla, dado que mi amiga, palabras textuales, “estaba buenísima”. En el momento que me lo dijo, como disculpa por no tenerme en consideración, me soltó eso de “ pero tú eres muy simpática”.


Por aquel entonces, me pareció un piropo envenenado, el premio de consolación de quien no está a la altura ni despierta el interés del susodicho ( y eso que el tipo en cuestión, no me interesaba en absoluto) pero cosas del ego juvenil, no lo vi como un halago, sino como una puñalada trapera. No sé por qué, pero las mujeres muchas veces, nos hemos mirado de reojo, como si fuéramos rivales, con desconfianza, intentando competir por ser la más de lo más, de forma soterrada o evidente, pero sin duda, compitiendo por ser la mejor. La más inteligente, la más sexy, la más guapa, la mejor preparada, la que más trabaja, la que saca mejores notas…lo cual ha supuesto un grado de autoexigencia que, seguramente, ha derivado en esa “super woman” que todas pretendemos ser y que para soportar tal presión, superamos con creces, el nivel tolerable de equilibrio mental y físico.

Esta competitividad la he vivido, por desgracia, en varios trabajos que tuve antes de ser autónoma, donde la chica nueva ( o sea, yo) era una amenaza a la estabilidad del trabajo del resto de mis compañeras, entorpeciendo mi labor de colaboración o refuerzo, por el inmenso temor de que lo hiciese mejor que ellas. Y sin embargo, ahora que soy empresaria, trabajo con tres mujeres con las que me entiendo muy bien, trabajamos en equipo, sin celos, tensiones, y una grandísima complicidad, sin que entre nosotras haya ningún tipo de competición, sino una colaboración absoluta y apoyo emocional que nunca encontraré trabajando con un hombre.

Yo no creo en la rivalidad natural entre mujeres. Creo, en todo caso, que por inseguridad, exigencia social, presión por competitividad en un mundo de hombres, nos impide, muchas veces, comportarnos con aquella espontaneidad con la que nos buscábamos en los colegios para hacer grupos de chicas, contarnos intimidades, confidencias, tender lazos afectivos y apoyarnos recíprocamente.

He escuchado, muchas veces, en bocas de mujeres hechas y derechas, cómo era posible que su pareja la abandonase por otra, cuando ella era más guapa, más trabajadora, más inteligente. Supongo que, ante todo, debiéramos hacer una cura de humildad por creernos más que nadie. Está bien tener el ego saneado, pero no en exceso para caer en la vanidad, ni en defecto, para infravalorarnos.

Probablemente, la explicación más sencilla es que la rutina y el cansancio de estar durante años con la misma persona y la novedad, sea un revulsivo para la virilidad masculina o eso que se llama ilusión. Otra explicación pudiera ser, que en la vida, uno pasa por diversas fases, y las parejas evolucionan de forma diferente y aquella persona, que en otras circunstancias hubiera pasado desapercibida, llega en el momento oportuno de esa fase vital de cambio y cubre sus demandas afectivas.

Si algo he aprendido en mis 38 años es que tu pareja jamás satisfará todas tus demandas y exigencias, y que aunque sea tu compañero de vida, es necesario cerrar el círculo de necesidades con personas ajenas a tu relación. También he aprendido que en esto de los afectos, por mucho que trabajes, te esfuerces, te prepares, el cariño o el enamoramiento, no es una oposición que se saca como recompensa a tus muchos esfuerzos. Hay factores físicos, químicos, sociales, culturales y la oportunidad que hacen que esa persona se fije en ti o te tenga en consideración, aunque no seas un dechado de virtudes.

Así que hoy, si algún individuo como el de aquel entonces, me dice que me considera simpática, se lo agradeceré infinitamente. Entre otras cosas, porque no valorará si soy o no guapa, que ya se sabe que esto de la belleza es muy subjetivo y efímero, sino porque, tener sentido del humor denota inteligencia, sobre todo, cuando uno se ríe de sí mismo y de sus carencias, asumiendo que pese a los múltiples defectos, nadie se parece a otro y cada uno es único.

           

domingo, 16 de marzo de 2014

HASTA DONDE ESTÁS



Hoy amaneció con un sol brillante que anuncia la primavera, que desentumece los huesos y te hace sonreír aunque no quieras. Y hoy, fue un día de celebración. Mi padre hubiera cumplido 67 años. Asi que, aunque como bien escuché el otro día, uno nunca olvida, todos los días recuerda aprendiendo a convivir con el dolor de la ausencia, salimos a comer fuera para celebrarlo, tal y como él hubiera querido.
 Hoy le recordamos como era él, con su alegría inmensa, su buen humor, su valentía y dignidad ante la enfermedad en la que otros nos hubiéramos sumido en la oscuridad, el que bromeaba antes de entrar en quirófano diciéndole a la enfermera que no le afeitase, porque era metrosexual o cuando el médico le proponía una nueva prueba, más molesta que la anterior y le decía con su acento extremeño que nunca perdió “ Doctor, a mi ya me han hecho de todo menos la autopsia”.
Aquí dejo un vídeo con algunas fotos para el recuerdo, y de fondo, la impresionante voz de Josh Groban, que, para los que aprobamos inglés más o menos justito, dejo la letra traducida y que comparto absolutamente:

“Hasta donde estás

¿Quién puede decir con seguridad?
Quizá sigues aquí
Te siento a mi alrededor
Tu recuerdo es tan claro

En la profundidad de la calma
Te puedo escuchar hablar
Sigues siendo una inspiración
Puede ser

Que tu eres mi
Amor eterno
Cuidándome
Desde allá arriba

Vuélame hasta donde estás
Más allá de la estrella distante
Deseo en esta noche
Ver tu sonrisa
Aunque sea solamente por un rato
Para saber que estás ahí
A un respiro de distancia, no es muy lejos,
Hasta donde estás

¿Estás durmiendo tranquilamente
Aquí dentro de mi sueño?
¿Y no se la creencia de la fe
Que todo el poder no puede ser visto?

Mientras mi corazón te abraza
A solo un latido de distancia
Acaricio todo lo que me diste
Cada día

Porque tu eres mi
Amor eterno
Cuidándome
Desde allá arriba

Y yo creo
Que los ángeles respiran
Y que el amor sobrevivirá
Y nunca se irá

Vuélame hasta donde estás
Más allá de la estrella distante
Deseo en esta noche
Ver tu sonrisa
Aunque sea solamente por un rato
Para saber que estás ahí
A un respiro de distancia, no es muy lejos,
Hasta donde estás

Sé que estás ahí
A un respiro de distancia, no es muy lejos,
Hasta donde estás”


Feliz cumpleaños, monstruiño. Ni un solo día nos olvidamos de ti. Te prometo que intentamos cada día, vivir por ti. Te queremos.



miércoles, 5 de marzo de 2014

LA RESILIENCIA



“ No son los más fuertes de la especie los que sobreviven,
 ni los más inteligentes.
Sobreviven los más flexibles
y adaptables a los cambios”.
Charles Darwin, “ El origen de las especies”. 

Cada mañana, después de la ducha, me seco con esmero y especial cuidado la cicatriz de debajo del ombligo. Después de un mes, apenas queda una pequeña inflamación y una línea que cada vez se iguala más con el resto de la piel. Sin embargo, por dentro, las heridas llevan otro ritmo de curación, más pausado, más lento.

Todos tenemos alguna herida dentro que no acaba de curar. Probablemente, tenemos pendiente ese proceso de sanear y cicatrizar, de olvidar y perdonar, de superar y pasar página. El ADN define lo que somos, no quienes somos, que no deja de cambiar en función de los acontecimientos vitales que nos sorprenden cada día, que no dependen de nosotros, o sí, muchos sí, como férrea creyente del libre albedrío y de que todos tenemos absoluta libertad sobre nuestros actos, sin más límite que los prejuicios.

Durante mucho tiempo, pensé que aquellos que superaban las adversidades eran los más fuertes, los más estables psíquica y físicamente, los que no se daban licencias para flaquear. Esa estabilidad, muchas veces, es producto de una vida cómoda, carente de sobresaltos, sorpresas, de una plácida rutina que controlas y te da seguridad.
Sin embargo, el tiempo y el discurrir de la vida, me han demostrado que los supervivientes de toda desgracia, son aquellos que, como muy bien definía Darwin, mejor se adaptan a los cambios, que no se niegan a incorporar a su autobiografía lo acontecido, como defensa para mitigar el dolor que este recuerdo les causa. De repente, todo da un vuelco, la agenda cambia, y lo que hasta entonces estaba en equilibrio, se rompe, dejas de ser quien eras, te desprendes de aquello que eran los pilares de tu vida y se abre un abismo ante ti. No sabes si vas a poder superarlo en algún momento, y que, de tus actos en ese instante, dependerá tu futuro. Y lo superas, con cicatrices, aunque quisiéramos borrar ese golpe, esa muesca en nuestra integridad, y volver a ser como antes, cuando todo fluía con apacible normalidad.  Pero la cicatriz es el recuerdo tangible de que ocurrió y que nada volverá a ser igual. Con el tiempo se difumina, pero, aunque imperceptible, sigue estando ahí. A veces, curan en falso, y se quedan en un remoto lugar de la mente para martirizarnos de forma más o menos solapada y otras, se reactiva cuando el mecanismo de defensa no funciona. Pero en ese estado latente, nos causa un perjuicio cuando no la controlamos y ella se hace dueña de nuestra vida y nuestros actos.

 Las heridas cierran si queremos que lo hagan, si las desinfectamos con afectos, con fuerza de voluntad, con energía positiva, con admitirnos flaquear y caer para levantarnos, cuando lloramos y sacamos los temores, cuando nos concedemos la licencia de ser débiles y mostrarnos así. Lo contrario, es condenarnos a un ostracismo insuperable que te paraliza, agarrota, te impide crecer como persona y superar la adversidad.

Esta capacidad de adaptarse a los cambios, de recomponerse la definen en Psicología como resiliencia. Vivir implica la necesidad de adaptarse a los cambios, de ser consciente que nada permanece, que todo muta, que no hay valores ni principios absolutos y que las embestidas de la adversidad nos obligan a reconfigurar nuestra escala de valores.

Como decían en un episodio de una de mis series favoritas, CSI, “ lo que somos nunca cambia; quienes somos, nunca deja de cambiar”.