lunes, 15 de agosto de 2016

BEGIN AGAIN



“El error es mirar lo de ayer con ojos de hoy,
querer que las cosas vuelvan a ser igual
cuando tú ya no eres el mismo

MARWAN- ERRORES DE CÁLCULO EN LA MIRADA


El otro día mi amigo Carlos comentaba al respecto de mi última entrada, “Los amantes” que lo que contaba, solo podría hacerlo alguien que lo hubiese vivido y que en la vida hace falta pasión. Estar preso en una relación que no lleva a ninguna parte es algo que todos hemos padecido. Amar a alguien que es imposible por sus circunstancias, también. Tomar decisiones que no solo nos afectan a nosotros sino que tienen efectos colaterales, es algo en lo que nos debatimos media vida y dejamos pasar otra media hasta que decidimos cambiar lo que no nos satisface…o no nos decidimos nunca. Es muy fácil conformarse y muy difícil rebelarse. El ser humano tiene un extraño apego hacia la rutina, aunque ésta nos haga infelices, y un temor hasta paralizarte, el temor al cambio. Sin duda, sin pasión nos mantenemos adormecidos en una especie de sopor,sin grandes sobresaltos, que anestesia cualquier emoción. Es imposible permanecer en un estado permanente de emociones y pasiones, pero tampoco es sano tener tal equilibrio que la mayor emoción que sientes al día es ver un partido de fútbol o ir de compras. Temas materiales, la mayoría de las veces, porque nunca nos paramos en serio a escucharnos o hacernos preguntas incómodas, porque las respuestas nos inquietan y desazonan.

He escogido como título de este post “ Begin Again” por ser el título de una película que trata de eso, de empezar otra vez. Para quien no lo ha visto se trata de una historia de dos personas que en un momento determinado, han perdido a sus respectivas parejas y les une su pasión por la música con un fin, editar un disco. De nuevo la pasión. Ella componía los temas que su expareja cantaba y que, cuando alcanza el éxito, la deja por otra. Él es un productor en una discográfica que se ha vendido al dinero, no apuestan por nuevos talentos y acaba de ser despedido. Está divorciado y tiene una hija adolescente con la que mantiene una difícil relación. La escena en la que él la ve por primera vez, cantando en un bar, una triste canción acompañada solo por su guitarra y él puede ver su potencial, es una de las mejores de la película. Y en ese camino que recorren juntos, ideando la manera de producir el disco sin dinero, supone un crecimiento personal para ambos, de encontrarse con lo que uno es y quiere. La pasión por lo que hacen, eso es lo que les motiva a levantarse cada mañana. Además de la pasión, está la ilusión. Pero la ilusión no por otra persona, la ilusión por lo que hacen. Tendemos a creer que la felicidad depende de otros, de otras personas y no es cierto. Ya lo comenté en otros post. El estado de plenitud, ese que nos da la felicidad, depende única y exclusivamente de nosotros. Es hacer esa introspección que siempre posponemos sobre quiénes somos, qué fuimos, hacia dónde queremos ir y lo más importante, qué tenemos que hacer para conseguirlo. Si tenemos la mala costumbre de mirar hacia el pasado y mortificarnos por lo que no hemos hecho o dicho, no avanzaremos. Si nos agobiamos por un futuro incierto del que nada sabemos, el miedo nos paraliza. Describe muy bien esto Milan Kundera en su libro “La lentitud”: “ El hombre encorvado encima de su moto no puede concentrarse sino en el instante presente de su vuelo. Se aferra a un fragmento de tiempo desgajado del pasado y del porvenir; ha sido arrancado a la continuidad del tiempo; está fuera del tiempo; dicho de otra manera, está en estado de éxtasis; en este estado no sabe nada de su edad, nada de su mujer, nada de sus hijos, nada de sus preocupaciones, y por lo tanto, no tiene miedo, porque la fuente del miedo está en el porvenir, y el que se libera del porvenir, no tiene nada que temer”.

Me encanta esa escena de la película (no quiero hacer spoiler) en la que ella circula en bicicleta por la ciudad, sintiendo el viento en su cara, sonriendo y con la sensación de ser dueña de su vida y su destino. Es una escena muy gráfica ( se ve al final del vídeo). Ya no soy la que fui, se abren ante mí nuevas posibilidades, creo en mi talento, en mí y puedo hacer lo que quiera.

Mirar hacia atrás está bien, pero como ya he escrito varias veces, hay varias vidas en una vida, y varias personas en una persona que han actuado de manera diferente a como lo harías hoy. La persona que eres hoy no es la misma que fuiste ayer, y las experiencias vitales que has vivido, han dejado huella y un aprendizaje que no podrás olvidar.


Apasionarse con aquello que nos gusta, sentirse liviano por haberte perdonado errores pasados, soltar lastre, dejar pasar determinados trenes que no te llevaban a ninguna parte, romper con lo que te hace infeliz y darte la oportunidad de serlo, solo o acompañado. Resumiendo, sentirse libre y pleno. 

Empezar de nuevo cuando la vida te da otra oportunidad, todos los días, cada día. Cojamos esa bicicleta y recorramos la ciudad, livianos y convencidos de que podemos hacer lo que queramos.  “Porque todos somos estrellas perdidas tratando de iluminar la oscuridad”…y hay luz, mucha luz después de la oscuridad. 






domingo, 7 de agosto de 2016

LOS AMANTES

“Amanece en los carros de basura,
Empiezan a salir los ciegos,
El ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
Una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
Cuando están muertos, cuanto están vestidos,
Que la ciudad los recupera hipócrita
Y  les imponen los deberes cotidianos. “
Los amantes- Julio Cortázar



La luz se abre camino entre las cortinas. Pronto amanecerá. En silencio le mira. Duerme plácidamente y sin embargo, ella es incapaz de dormir. Le observa en la penumbra de la habitación de hotel, la misma de siempre, la de los besos furtivos y mensajes a deshora para robar tiempo a la rutina. “ Tengo tres horas para verte”. Apenas unos segundos usurpados al tiempo. Reubica citas, inventa excusas, improvisa disculpas, racionaliza sus pasos para intentar salir de su cárcel vital y sentirse libre unos instantes. Al principio todo era más elaborado. Cuando llegaba, él había preparado la habitación para hacerla menos siniestra y soez. Reubicaba los muebles, improvisaba una pequeña pista de baile y le hacía sonreír para paliar el sentimiento de culpa de mentir a los demás y lo que era peor, a sí misma. “ No pienses, no te mortifiques, solo siente. Ahora no hay nadie, solos tú y yo”. Y se dejaba llevar por el embriagador olor de su perfume y sus caricias ardientes. El champán adormecía los sentidos y su aliento era el aire que respiraba.

Nunca le pregunta qué piensa. Intuye que lo mismo que a ella. Por qué no son valientes.  Por qué se conforman con la infelicidad y no se rebelan ante ello, para no lamentarse algún día, del tiempo perdido y no disfrutado. En qué momento dejaron de ser ellos para convertirse en unos autómatas con horarios programados, citas por compromiso, agendas escolares, trabajos alienantes, parejas sin sentimientos, compañeros de piso que no de cama. En qué punto se convirtieron en sociedades mercantiles donde los bienes son lo que les vinculan, obligaciones con otras personas que ni les importan y dejan morir lo único que un día les unió a sus respectivas parejas. A dónde se fueron los sueños, el ideal de vida en común, compartir confidencias, amistades, actividades, afectos y la complicidad. Evitan hacerse preguntas porque no gustan las respuestas, las que ya saben pero no se atreven a pronunciar en voz alta. Decir “se acabó” es devastador, el  fracaso de un proyecto de vida en común, romper con el pasado para tener un presente y un futuro, pero las cadenas son tan profundas y difíciles de romper…que inventas una alternativa para seguir viviendo.

En esa habitación de hotel son auténticos. Conectan con su verdadero yo, ese que se desprende de la ropa pero también del disfraz, que mira y ve una mirada como la suya, tan perdida y deseosa de afecto que abduce hasta perderse en sus respectivos ojos. Unas manos acarician sus cuerpos que reviven, sacándose las telarañas. Las bocas se besan después de años de que nadie lo hiciese, salvo un beso con desgana al llegar a casa. No hay reproches, no hay promesas que no se puedan cumplir, no hay cadáveres en las espaldas, ni hijos ni obligaciones. Solos él y ella, en una noche de suspiros y cuerpos desnudos que ya no ocultan su edad ni sus imperfecciones y sin embargo, parecen tan perfectos…Cicatrices del pasado que acarician explorando como las muescas en el tronco de un árbol.

Apoya la cara sobre la almohada. Mira su cara. Le acaricia. Él abre los ojos y sonríe. Siempre sonríe. Sonríe con un poso de tristeza, la de la esperada despedida. La de no saber si esa noche será la última. La del adiós que nunca te dices del todo. La de ser preso de los convencionalismos  y la hipocresía.  La de apariencia de familia feliz y la cárcel en la que vives porque tu voluntad es débil  y no es capaz de moverse del camino trazado por otros. La del temor a ser descubierto, pero pese a ello, no poder prescindir de esos encuentros furtivos porque necesita desesperadamente tomar oxígeno para seguir con la vida idílica que ha creado y que no es más que una mentira, de las muchas que se cuenta cada día para seguir viviendo. Y solo entonces, cuando cruza el umbral de la puerta de esa habitación, la misma de siempre, se quita la alianza, la máscara y el traje, recupera su esencia para permitirse la licencia de sentir sin más, sin remordimientos, desnudos los cuerpos y las almas. Ella también le mira. Pero no sonríe. Porque un corazón roto no puede sonreír ni siquiera fingiendo. Allí no se finge. Allí no.