martes, 27 de diciembre de 2016

¡QUE BELLO ES VIVIR!

Hace 3 años empecé a escribir este blog. Tuve un blog anterior, que me sirvió de mucho en un determinado momento, pero cuando falleció mi padre entendí que necesitaba empezar de nuevo, incluyendo  nuevo blog, como el que empieza nueva libreta, nuevo diario, nueva vida porque ya nada podría ser igual. Mi amiga Pili me dijo una vez que empezó a escribir su blog por la imperiosa necesidad de decirle a su madre lo mucho que la quería. Supongo que yo también necesitaba decirle a mi padre lo mucho que le quería, la conversación pendiente que nunca se produjo, aunque mi motivo fue más egoísta. Fue la incapacidad de superar un acontecimiento que no por no esperado, me sorprendió porque siempre mantuve cierta esperanza de que no ocurriese el fatal desenlace. El autoengaño ante lo que se avecina y que puede producirte tanto dolor te deja en un estado de shock tal que eres incapaz de verbalizar tus pensamientos, sentimientos, llegando a psicosomatizar enfermedades que no son tales. Transcurrido el tiempo, que es la mejor cura para el dolor y las heridas, entendí que la obligación de los que quedamos es vivir la vida por los que se han ido con lo que la actitud, los pensamientos negativos, las lágrimas, se transforman en esperanza y deseos de vivir y no de sobrevivir como estaba haciendo durante muchos meses, incluso años.  No sé si es bello sobrevivir, probablemente no, es simplemente sentir que respiras, comes, duermes y mantienes tus constantes vitales, pero permanecer en este estado vegetativo no tiene mucho sentido, sobre todo porque te estás perdiendo el fin por el que sobrevives, vivir.

Casi todas las navidades reponen una de mis películas favoritas, “ Qué bello es vivir”. No voy a contar el argumento porque todo el mundo la habrá visto pero sí pararme en analizar a su personaje principal, interpretado magníficamente por James Stewart, George Bailey, un joven lleno de sueños a los que renuncia una y otra vez porque prioriza los deseos y necesidades ajenas sobre las propias. Esos sueños, salir del pueblo, ver mundo, hacer grandes cosas… le impiden ver que con pequeños gestos, se hacen grandes gestas, las de ayudar al prójimo y cambiar la vida de otros. Ese sentimiento continuo de supervivencia a la espera de vivir le impide ver su propia vida, sus logros, su “ haz el bien y no mires a quien” hasta que se ve desesperado y lamenta haber nacido. Claro que aquí aparece la parte menos creíble de la película, un ángel que le muestra cómo sería el mundo sin él y como sus acciones cambian la vida de la gente que le rodea. Es cierto. No somos especialmente conscientes de cómo nuestros actos, acciones, omisiones, afectos o desprecios pueden cambiar la vida de las personas. Aquel profesor que vio tus habilidades cuando eras pequeño y las potenció hasta convertirte en alguien, o aquel que te minusvaloró haciéndote creer que no valías y acabó condenándote a una vida más anodina sin ambiciones personales. George Bailey no era capaz de ver esto hasta que una alma no tan caritativa en forma de ángel ( digo no tan caritativa porque si hacía bien su función, ganaría unas alas) le muestra el mundo sin él, mucho más triste, menos solidario, menos comprensivo, más capitalista ( el antagonista un ser avaro y cruel sacando rendimiento de las desgracias ajenas para aumentar su cartera). Su ausencia provocaría un efecto en cadena de muertes y acontecimientos que hubieran salvado la vida de varias personas. Tras tremenda imagen, desesperado acude al puente desde donde pensaba quitarse la vida y grita desesperado “ ¡quiero volver a vivir! “.  Y esa es la palabra clave, vivir quizá renunciando a unas expectativas o sueños que nunca se iban a cumplir pero a cambio tiene otros que suplen aquellas que nunca sabríamos si se darían. Mi amiga Cristina dice que las cosas no suceden por casualidad. Yo en cambio creo más en el libre albedrío, en la capacidad de decisión y autonomía del individuo, en su capacidad de ser dueño de su vida, sus decisiones y dar un vuelco a su existencia si ésta no le satisface. Solo hay que ser valiente, obviar presiones o el miedo y dar un fuerte giro de timón. George Bailey no hizo realidad sus sueños porque tenía un acusado sentido de la responsabilidad, porque no era egoísta, si bien esa generosidad mermaba su capacidad para poder apreciar lo que la vida le había deparado. Solo al ver desaparecer lo que quería, pudo reaccionar entendiendo que aquellas expectativas lejanas le impedían ver el bosque.

Uno de mis libros favoritos en mi niñez, “Pollyanna”, enseñaba a ver el lado positivo de las cosas. La protagonista, cuando surgía una contrariedad recordaba aquella vez que esperaba de regalo una muñeca y en vez de eso, por equivocación, le habían enviado unas muletas. Y su padre, ante la desilusión de su hija, le hizo ver el lado bueno de eso “ tienes que alegrarte por no tener que usarlas”.  

Lo más duro que he tenido que hacer en estos últimos tiempos ha sido tomar decisiones. Y decisiones muy importantes que luego dejaron sus secuelas. Sin embargo, me siento satisfecha por haberlas tomado, porque he dejado de sobrevivir y he empezado a vivir.  Y para ello he aprendido a admitir que las circunstancias son las que son, que puede que nunca logre mis sueños como George Bailey, pero tengo otros, más tangibles y posibles, más realizables. Creo que después de superar arduas batallas, es necesario ver todo lo bueno que te rodea ( y alegrarte por no tener que usar muletas) soltar lastre que no te lleva a nada y gritar desde ese puente que separa lo que quisimos ser y lo que somos:  ¡quiero volver a vivir!

                                     


martes, 6 de diciembre de 2016

EL LADRÓN DE LA NAVIDAD


                                     ENTREVISTA A JAMES RHODES EN " SALVADOS"
No conocía a James Rodhes. Será que la música clásica no está entre mi música favorita, no porque no haya piezas sublimes y no me gusten, sino porque prefiero amanecer con música más ligera y menos densa y a veces hasta cantar las canciones por la calle, mentalmente ( no vaya a ser que me tilden de loca, como esos que hablan solos y se responden a sí mismos). No obstante, cuando vi la entrevista de “ Salvados”  me encantó el concepto que tiene de la música clásica y la forma de intentar acercarla a todo el mundo, algo que se nos antoja como algo elitista y para entendidos.

De la primera parte de la entrevista me gustó su cercanía y afabilidad, el por qué el músico que interpreta un tema de Bach o Beethoven sale con pajarita y esmoquin, toca la pieza y se va y no establece cierta complicidad y contacto humano con su público. Su pretensión como músico es acercar la música clásica a todos y no sea solo para unos pocos que la eligen.

 La segunda parte de la entrevista duele. Contundente, directo, sin entrar en detalles escabrosos pero que están implícitos en sus palabras, con la serenidad de quién ha pasado años intentando entender y superar tanto dolor, con terapias y exorcismos de demonios internos que te martirizan y doblegan.

¿Quién va a creer en un niño? ¿Quién va a creer que aquella persona que debiera cuidarte y protegerte, abusa de ti hasta el punto de no causarte solo dolor en el cuerpo sino una herida mucho más honda, en el alma, en la inocencia, en la conciencia?. Porque el cuerpo sana pero la mente, a veces, no. Y en vez de tener una evolución normal, desarrollas trastornos disociativos con varias personalidades para proteger aquella más débil que padece y sufre y que no puede evolucionar con normalidad porque le cuesta superar el abuso de la confianza de alguien a quien querías o que debiera cuidar de ti y protegerte…de quiénes?. La mente de un niño puede estar preparada para asumir que hay gente mala en el mundo, pero no para entender que esa persona a la que tu quieres, te puede causar más dolor que los desconocidos de los que te advierten que has de cuidarte. Sabes que está mal, pero sin embargo, ese silencio cómplice te convierte en su mejor aliado. Como bien dice Rodhes, hay millones de niños violados en el mundo. Y añado,no hace falta ir al Tercer Mundo, están aquí, en el Primer Mundo. Y no siempre son desconocidos. Son familiares, amigos, profesores, entrenadores…la pederastia no es ajena ni al parentesco ni con quienes tienes puentes de afectos y cariño.

 Estoy convencida que mientras alguien lee esto se está sintiendo identificado/a y asiente con la cabeza porque conoce a alguien o ha sido él/ella objeto de algún tipo de abuso sexual en su infancia. Cuesta hablar de ello. Cuesta porque hay un extraño sentimiento de culpabilidad inherente a la vergüenza que esto te produjo, como si un niño o una niña tuviese la culpa de que un degenerado haya abusado de su inocencia. Un niño o niña que ha sufrido abusos no puede ver el mundo idílico de la magia ni disfrutar de los cuentos de la misma forma. Tendrá miedo a los mayores y a sus muestras de afectos. Se pondrá rígido ante un abrazo y esquivará el cariño de forma instintiva porque no confía en nadie. Porque los pederastas empiezan así, amables, afectuosos, quieren ser tus amigos, como si fuera complicado doblegar la voluntad de un ser inocente.

 Tu mente callará esa parte ingenua que aun tienes con otra personalidad más fuerte que le permitirá sobrevivir en un mundo hostil porque de otra manera, no podrá superarlo. Su personalidad desarrollará más una parte que otra ( o múltiples personalidades) porque la otra le recuerda algo que quiere olvidar. Intentará salir volando, como bien describe Rhodas, de su cuerpo como si fuera espectador de su propia vida para que nadie pueda volver a hacerle daño. El mecanismo de autoprotección de la mente es asombroso.  No olvidas, pero lo aparcas en ese subconsciente que hace que te comportes de forma extraña en algunos momentos de tu vida y que no eres capaz de racionalizar. Para ello habría que ahondar en el subconsciente más profundo y muchas veces se necesita ayuda profesional.

Y sin embargo, la única forma de superarlo es admitir que eso sucedió y que no fue por tu culpa. Nunca lo es. Y contarlo. Contarlo al principio con un dolor inmenso y lágrimas de sangre, para después sanar las heridas y pasar página. A veces tardas años en entenderlo, dependerá qué edad tenías cuando ocurrió tan doloroso hecho, y cuando lo entiendas, tendrás temor a decírselo a tus más allegados porque les causará un enorme dolor escucharlo. Pero cuando lo asumen, te liberarás de un peso que ahora será compartido y con ayuda, sanado. Siempre he creído que nunca se protege la infancia todo lo que se debiera. No hay nada más vulnerable que un niño. Su mente no está preparada para entender muchas cosas, ni mucho menos ver el lado más cruel e inhumano de las personas. Nadie debiera robarle a un niño su infancia. Nadie debiera robarle los sueños, la magia, la ilusión, la Navidad.